lunes, 29 de diciembre de 2008

CARTAS A DANIEL.




CARTAS A DANIEL
GIOCONDA CARRALERO DOMINICIS.


A MIS PADRES, A MIS HIJOS.


Lía necesita comunicarse con Daniel. Él se fue a Miami hace unos años.
Daniel no responde a sus cartas, pero ella insiste en escribirle, cree que de esa manera romperá el silencio que él ha puesto como barrera.
Daniel manda dinero y regalos a sus familiares a Cuba.
Lía habla en nombre de todos, porque también necesitan afecto.

Sé firme en tu fe, corazón mío, que ya amanecerá.
La semilla de la promesa está en lo hondo de la tierra, y brotará un día.
Como un capullo, el sueño abrirá su corazón a la luz,
Y hallará su voz el silencio.
Ya viene el día en que tu carga se ha de volver tu regalo,
En que tu martirio te irá alumbrando la senda.
La semilla, Rabindranath Tagore,
Poeta hindú.


HERMANO DANIEL:
La soledad, casi siempre nos lleva a la meditación, entonces sentimos la necesidad de comunicarnos con aquellas personas que tuvieron que ver con nosotros.
Yo algo más que una enferma de nostalgia, siento que cuando llega el verano crece esa sensación desgarradora. El de este año ardiente, los días frescos de la primavera quedaron atrás. El tiempo no se detiene, corre con su implacable paso, a veces destructor e implacable.
Daniel, cuántas cosas han pasado desde aquella mañana que tú venías corriendo por el camino, que pasa frente a la casa de la abuela, allá en el campo. Eras entonces, apenas un muchacho de unos doce años, ya peinarás canas , nos traías la noticia de unos hombres extraños, barbudos y con largas melenas, que se encontraban acampados a la orilla del río.
Los rebeldes llegaron a la zona, y con ellos el tío Enrique.
La casa de la abuela era preciosa, rodeada por un alegre jardín con hermosas palmeras, crotos y jazminez. Recuerdo que encima de ellos se erguía en forma caprichosa la mata de flamboyán, con sus flores rojas anaranjadas, que al llegar la noche, esparcían su perfume.
El abuelo contaba, que su padre había sido un viejo isleño, que llegó a Cuba por el puerto de Gibara a principios del siglo diecinueve y que dedicó su vida al cultivo de la tierra. Al morir dejó enterrada dentro de una botijuela de barro, una fortuna que consistía en pepitas de oro, por eso cuando había luna llena en el jardín aparecía aquella luz amarilla: era la señal del tesoro escondido debajo de los adoquines. Toda esa fantasía era parte de nuestros juegos infantiles, Recuerdo, que queríamos encontrar tesoros enterrados en los troncos de los árboles añosos que rodeaban la casa.

Daniel, ¿qué fue de los abuelos, del tío, de los primos, de los amigos?.
Es necesario que respondas a mi carta, me ayudará a solucionar mis dudas; traerá la calma que requiero...

LÍA
Cuba, Verano, 1986.
HERMANO DANIEL:

Ya es tiempo que respondas a mi carta. Vivo pendiente del cartero, pero nunca se detiene frente a mi casa.
El tiempo nos obliga a olvidar: Esa es tal vez la causa de tu silencio. Pensé mantener contigo una correspondencia fluida, frecuente, sin embargo te escondes. Te parapetas en la ausencia. Pero nos estamos poniendo viejos, y necesitamos saber cómo han transcurridos nuestras vidas.

Son casi las diez de la mañana, hace un momento repiquetearon las campanas de la iglesia para llamar a sus feligreses a misa. Te hablo de la misma iglesia, que también fue escenario de nuestros juegos infantiles. Los viejos laureles permanecen en el parque, los gorriones los habitan y los niños juegan a la sombra.
Hoy hace calor. Más allá de la ventana, puedo observar la hierba verde que cubre los cerros.

Una fina lluvia cae sobre la ciudad, la radio nos pronosticó un día caluroso, ahora me encuentro sentada en la mecedora de cedro, que fuera de abuela ¿recuerdas?.
Oigo un vals de Tchaikovsky en mi tocadiscos ruso y sigo esperando que llegue el cartero.

LÍA
Verano, 1988.

HERMANO DANIEL:

Hoy tuve una noticia que me deprimió. ¡Recuerdas a María?. Aquella señora que era amiga de nuestra madre ella era poetisa. Murió. Hacía tiempo que se había mudado para La Habana, pero en la primavera siempre nos visitaba, Le gustaba ver como los cerros se ponían verdes, y se llenaban de flores. Disfrutaba el amor de sus amigos. Ya no está la amiga de mamá.
Cuando María llegaba nos íbamos al aeropuerto a recibirla, y era una maravilla ver cómo se las arreglaba para viajar con todos sus recuerdos; libros viejos que un día le regalara un amigo, fotografías y otras reliquias.
María nos visitó una tarde soleada, fresca. Traía un cassette con música mexicana: rancheras, y corridos. Lo escuchamos con verdadero placer. De su bolso de piel, fabricado por artesanos mexicanos, comenzó a sacar lentamente objetos: aretes de platas, collares de cuarzos, y lo que más me gustó fue una cajita diminuta, parecida a las del mentol chino, sólo que tenía un baño de oro. Adentro de la cajita había un unicornio azul de vidrio soplado y tan pequeñito, que casi no se podía tomar entre las manos. Era un talismán de suerte.
Después, tomó una siesta sobre un sillón. A media noche nos fuimos con ella a pasear por la ciudad. Pero el tiempo también se llevó a María.


LIA:

Primavera,1991.

HERMANO Daniel:
Hace meses que ya no te escribo. Se va el verano y hace su entrada el otoño. De ti sólo he recibido el silencio.
Hoy, ni pequeños soplos de aire entran por las ventanas.
Este verano no vi marchar a los muchachos a las playas, el año anterior me despertaban en la madrugada con su bulla. Se iban en camiones, adornados con pencas de palma real. Ahora, el silencio se debe a que nuestras playas fueron vendidas a los extranjeros.
Pero aquí en la casa, a pesar de la crisis económica que vive La Isla, tuvimos un bonito verano, porque con las recetas de la abuela, nuestra madre hizo buñuelos de yuca y pan de Harina de maíz, que obsequiamos a los amigos de los niños.
Los té de manzanilla o romerillos silvestres, y la música, también nos decían de la presencia de los muchachos en la casa. Ya se fueron a sus becas. Ahora les echo de menos.


LíA.

Verano, 1991.

HERMANO DANIEL:
Mis padres me enviaron una carta con Roberto.
Mamá sigue preocupada porque no sabe de ti.
Roberto me contó que anoche las calles amanecieron llenas de carteles escritos con letras rojas, condenado la política actual en La Isla. Como resultado de esta protesta, la policía registró las casas de las personas que no asisten a las reuniones del Comité de Defensa de la Revolución y de la Federación de Mujeres Cubana.
Roberto también me dijo que habían matado a balazos a una jovencita en una granja, por el sólo hecho de tomar unos mangos. Esto ocurrió cerca de La Habana.
Hoy recuerdo a la viuda que vivía en las tierras que colindaban con las del abuelo. Todas las mañanas aquella señora les regalaba una cesta de frutas a los niños del barrio.
Como puedes ver, las cosas han cambiado mucho desde que te fuiste, ahora sólo nos queda, disfrutar en el verano nuestro ardiente sol y el cielo azul, tampoco tenemos playas.

LIA.
Verano 1991.

HERMANO DANIEL:

Sé que no es nada fácil para ti dar crédito a las cosas que te cuento en mis cartas, porque hace muchos años que te fuiste, y en aquellos tiempos todos teníamos la posibilidad de vivir en La Isla.
Recuerdo aún las bodegas llenas de productos industriales. En las esquinas siempre había un chinito con un puesto de vegetales y frutas.

Hoy un amigo de mi hijo Asael trajo una gran noticia: había descubierto en el patio de la casa de su tía una mata de tamarindo llena de frutas. Después de terminar sus tareas escolares corrió a comerlos. Le pedí unos pocos para hacer una champola.

LIA.
Verano 1992


HERMANO DANIEL:
Ayer recibí carta de mi hijo. Era muy breve, apenas unas líneas escritas sobre un papel amarillo. Entre otras cosas me habla de sus notas escolares, y que ha encontrado un buen refugio en la biblioteca de la escuela. Ahora lee la obra de José Martí.
Al recibir esta carta no pude evitar los recuerdos: cuando éramos niños al finalizar las clases y comenzar las vacaciones de verano. La familia iba para el campo. Allá nos esperaban los abuelos, los tíos y los primos.
Abuela, siempre nos narraba anécdotas de cuando era pequeña; de la guerra de l895; que su padre había sido mambí (así le llamaban a los soldados cubanos que combatían contra los españoles). Su mamá y sus hermanos aguardaban inquietos que el llegara del campo de batalla, también nos contaba cómo un día los cubanos vencieron a sus enemigos y Cuba fue libre.
En las vacaciones de verano, pasábamos momentos felices con mi prima Ana y su hermano Antonio, porque con los demás primos no nos llevamos bien: siempre con ellos teníamos algún problema; cosas de muchachos,. Nos disputábamos algunos juguetes, el caballo moro de abuelo, o el cariño de tío Rafael. Tío Rafael era una persona muy linda, amaba mucho a abuelita y a sus hermanos. Él nos llevaba a bañarnos al río y a pescar. Siempre estuvo pendiente de nuestros deseos.
Al iniciar las clases volvíamos a la ciudad, pero abuela nunca dejaba de comunicarse conmigo, ella me mandaba una carta todos los sábados, en donde me decía como iban las cosas con mis primos, los animales y las flores de su jardín.
Yo siempre respondía las cartas a abuelita, dentro del sobre le echaba un caramelo, de aquellos que vendían envueltos en papeles dorados, dibujados con manzanitas, fresas o gatitos azules.
Abuelita, guardaba los papeles que servían para envolver a los caramelos, y cuando yo regresaba al campo en las nuevas vacaciones, me los entregaba. Era un bonito juego, pero con el tiempo los perdí. También perdí la colección de fotos antiguas, y la monedita de oro que me regaló un día de mi cumpleaños.
Daniel, se aproxima la noche, las sombras cubren el día. Otro será el momento para seguir escribiéndote.
LÍA
Verano, 1990.
.
HERMANO DANIEL:
Hace apenas unos minutos, un hombre vestido con uniforme verde, llamó a la puerta de la casa. Su mensaje fue: que mi hija Runa debía servir a sus superiores, delatando ante él las conversaciones que tuvieran sus amigos en la iglesia.
Runa se negó a obedecer a este hombre, y él, con mal humor abandonó la casa.
Mi casa es de cristal transparente.
Es una tarde gris que invita a oír a Tchaikovsky.
.
LÍA
Verano, 1991.
HERMANO DANIEL:
Nuevos días transcurren y siempre con la misma rutina.
Sólo una causa nos obliga a permanecer sumisos: evitar un río de sangre.
Los mercados se encuentran vacíos, y cuando llega alguna mercancía, debemos permanecer muchas horas en una cola que nos parece interminable, hasta comprar la ración que nos asignaron.

El gobierno de La Isla, comunicó a través de la radio y la televisión, que habíamos entrado en la etapa del Periodo Especial, que había que ahorrar, para vencer una vez más al enemigo.
También como medida para subsistir ante esta crisis, debíamos convertir los jardines en huertos.

LÍA
Verano, 1991.

HERMANO DANIEL:

Hoy visité a unas amigas, que fueron nuestras compañeras de estudios. Una de ellas se llama Dora, te recuerda con cariño. Habló de tus travesuras en la escuela y reímos mucho. Para alegrar la tarde, mis amigas y yo preparamos infusiones de hojas de naranjo y abordamos temas de actualidad, como el desarrollo de la cibernética, el transplante de órganos, cómo fabricar una pasta de jabón en la casa. Porque hay que bañarse hermano, y lavar la ropa.
Alrededor de las cinco de la tarde me despedí de mis amigas, y como es 3 de Abril, me dirigí al parque principal, porque se conmemora un aniversario más de la fundación de la Unión de Jóvenes Comunistas, hubo fiesta. Pusieron kioskos para vender refrescos, emparedados, chocolates, caramelos, helados, y cervezas a granel que traen en gigantes pipas. Los muchachos, que asistieron a esta festejo tuvieron que volverse acróbatas, para adquirir la mercancía, porque no era suficiente para todos..
Al terminar el homenaje, los jóvenes desfilaron por el parque, delgados, mal vestidos, con los zapatos rotos y algunos con rústicas sandalias echas por ellos mismos.
Miré a un adolescente bonito y sensual, que cambió sonrisas con un turista que momentos antes cuando se discutían la merienda les había estado haciendo fotos. En la soleada tarde, una orquesta de música moderna comenzó a tocar, y todos corrieron para lanzarse frenéticos al baile. Recordé, que hacía años esa misma música había hecho olvidar a mi generación las angustias de entonces.
Tuve conocimiento por la prensa, que en las altas esferas, la fecha se había celebrado de otra forma. En la mesa de los dirigentes de la Unión de Jóvenes Comunistas no faltó la langosta, los bistecs de ternera, el buen ron de Cuba. Feliz cumpleaños.

Lía.
Verano, 1992.

HERMANO DANIEL:
Es la hora del ocaso, los tonos rojizos cubren el cielo, luego se tornarán grises, y darán paso a la noche.
Comenta mi amigo poeta, que nuestra ciudad vista desde lo alto de la colina, parece un tablero de ajedrez y sus habitantes las piezas que se mueven. Yo creo que la ciudad es un viejo tablero y sus piezas empiezan a perder movilidad.
Mi amigo el poeta, dice versos hermosos y tiembla ante los funcionarios.
Pero nos seguimos amando en un Periodo Especial de caldosas, petroleo contaminante y sombras que nos cubren siempre.

LÍA
Verano, l994.
II.- El despertar de Daniel.

HERMANA LÍA
Les ruego que perdonen mi silencio. Los recuerdo con mucho cariño.
Hace unos años, conocí a una buena muchacha y me casé con ella. Ahora tengo un niño, de apenas seis meses.
Cuánto me gustaría que mi hijo creciera en Cuba, al amparo de mi familia.
¿Cómo voy a olvidar a los abuelos, a mis padres, y a ustedes mis hermanos?
Los momentos más importantes de mi vida están ahí a su lado, donde me gustaría estar si la historia y los quebrantos no me hubiesen condenado al exilio.

Daniel.
Miami, invierno de 1995.

HERMANO DANIEL.
Llegué a la ciudad de México el 31 de Diciembre de 1997. Tal arribo no deja de significar una especie de claudicación, porque siempre dije que no dejaría a mi país. Pero no olvides que el hombre es él, más su circunstancia.
Atrás ha quedado Cuba con sus aguas azules, sus verdes campos, y sus familias marchitas. Quedaron los amigos y los sueños.
Dedico las mañanas a caminar por la ciudad, con la esperanza de redescubrirme a mi misma, ahora que un nuevo contexto habita en mí.

Tenochtitlán es tiempo y pasado, Cuba el futuro al que quizás no lleguen mis fuerzas.

LÍA
Ciudad de México, invierno, l998.

HERMANO Daniel:
No fue fácil decir adiós a la familia. De La Isla puedo contarte muchas cosas, pero hoy en especial te hablaré de ellos.
Nuestra madre languidece, sigue siendo la mujer tierna, pero le faltan fuerzas. El día que fui a decirle que abandonaba a Cuba, la encontré haciendo sus quehaceres habituales. Ella y papá sacaban agua del pozo con un cubo de aluminio, para echarla en la tinaja de barro que tú les regalaste hace muchos años.
Mamá cocinó para mí. Sobre el blanco mantel que cubría la mesa, colocó la vieja y quebrada vajilla, que tú y yo conocimos de niños, sirvió carne de cerdo frita, tostones de plátanos verdes y una jarra con leche de vaca, traída en la mañana del campo, y como postre, dulce de coco.
La encontré muy delgada. Y su mirada se ha vuelto triste. Si puedes ir a Cuba hazlo pronto, el tiempo galopa sobre los hombros de mamá.



Lía.
Invierno, 2000
HERMANO DANIEL:

La ciudad que nació entre suaves colinas aún espera por los hijos que la dejaron para seguir un sueño. Nuestra adolescencia no fue feliz, ni mucho menos tranquila. Crecimos al amparo de los verdes cerros y de las notas de La Internacional.

Daniel, ¿tú aún recuerdas la finca del abuelo? Siempre le oímos decir, que su familia, sólo tendría que labrar la tierra para no carecer de nada.
¡ Recuerdas que al finalizar el otoño venía la recogida de los granos, y la familia se pasaba el día en el campo? Era la palabra del abuelo y la certeza que nos daban sus años y su experiencia. En carretones halados por los bueyes se iba la cosecha a los graneros y era fiesta y certidumbre ver en las manos el parto de la tierra.
De todo lo que conociste, salvo la mirada lánguida de papá y la sombra de espera que vive en las pupilas de mamá, nada más quedan las aguas tranquilas de la presa del río Cacoyuguin.

LIA:

HERMANO DANIEL:
Hoy te hablaré de mi visita a la casa de nuestra hermana Flora, sigue
viviendo con sus prejuicios, su concepto de la moral y su familia , no se si hecha a su imagen y semejanza.

La encontré sentada en una mecedora, con un niño en los brazos, después supe que era su nieto.
Me detuve en la entrada para escuchar cómo cantaba las canciones, que nuestra madre solía cantarnos de niños: La cucaracha que no quiere caminar, La palomita blanca pico de coral, que se le partió una alita y no podía volar. Flora, me contó muchas cosas aquella mañana. Dice que la familia, va perdiendo poco a poco los valores morales. cuenta que Rosalba la hija de Roberto, que apenas cumplió los quince años, ya no tiene hora para llegar a la casa y baila en las discotecas que son la perdición.
También me dijo, que su hijo Pablo había tomado el camino equivocado, porque había abandonado a su mujer por una muchacha de vida fácil, y por eso ella ahora está criando al nieto.
Que su hijo vive ahora con una jinetera. Una muchacha bonita, que tiene un amante unos treinta años mayor que ella, que vive en Miami. Y le trae regalos cuando viaja a Cuba.
Sin levantar la cara, contó que una mañana antes que cantaran los gallos que tiene en el patio, llegó de Miami el amante y sorprendió a su hijo Pablo con la chica.
Flora, me contó muchas cosas aquella mañana, dice que la familia, va perdiendo poco a poco los valores morales, que Rosalba, la hija de Roberto, apenas cumplió los quince años, y ya no tiene hora para llegar a la casa: baila en las discotecas que son la perdición.


Pablo lleva a su amada tatuada en su brazo derecho. Dice que es la diosa hindú del amor.

Lía.
México, DF. Invierno, 2000


HERMANO DANIEL:

Te escribo con un amigo que va para Miami. Algunas veces pienso que no está correcta la dirección donde te escribo, ¿será? El señor prometió verte y confirmar tu dirección, pero también calla.
Daniel ¿cómo pudiste fabricar la ausencia? Ya soy una dimensión
compartida, vivo sabiendo que ni esta ciudad, ni ninguna otra, se tragarán mis recuerdos.

Te quiere siempre.

LIA:

México, D.F, Invierno,2000

HERMANO DANIEL:

Hoy recibí carta de nuestra hermana Flora. Cuenta muchas cosas de la familia. La niña de nuestro hermano Pedro murió. Dice Flora que los médicos hicieron todo lo posible para salvarle la vida. Madre lloró mucho. Y fue grande el entierro. Nuestro sobrino Ángel cavó una tumba en la tierra donde descansa el pequeño cuerpo. Los jardines quedaron sin flores, porque fueron lanzadas sobre la tumba.
Sólo el amor nos puede mantener unidos, eso piensa Flora y lo pienso yo. ¿ Y tú que piensas hermano? ¿ Acaso estimas que las murallas que los políticos construyen no pueden ser derribadas?.
Debías de hablar con Flora y mirar los últimos destellos que habitan en las pupilas de nuestros padres.
LÍA
México, D. F. Invierno, 2000.

HERMANO DANIEL:

Hoy, pasé toda la mañana caminando por el centro de la ciudad y descubrí algunas iglesias. Dicen, que cuando uno visita por primera vez a una iglesia, si pides un deseo se concede, yo hice mi petición.
Han pasado cuarenta años de éxodo constante en la Isla. Nadie dice cuántos ahogados hay en el estrecho de la Florida. El país de los sueños se ha
vuelto también país de la muerte. Ulises necesitó menos tiempo para llegar a Itaca. Nuestra Penélope es una isla que agoniza mientras Polifemo impide el regreso de sus héroes perdidos en el mar.

Tu hermana,
LÍA
México, D. F, Otoño, 2000.

HERMANO DANIEL:


Amanece en México y el sol que entra por mi ventana, me trae el recuerdo del abuelo peregrino, el que llegó a la Isla con sus padres y hermanos cuando los colonizadores españoles, perseguían a los criollos que soñaban con la independencia.

Ahora no sé si ando sobre las huellas del abuelo, o simplemente soy parte de un destino confeso que lleva a los cubanos al destierro. Me siento navegante sin naves y pagadora de una deuda que yo no contraje. Pero aquí estoy hermano, del otro lado del Golfo, partida en dos mitades.



LÍA
México, D. F. Invierno, 2000.

HERMANO DANIEL:

Anoche soñé con la abuela: la veía allá en su casa en el campo.
Abuelita, me dijo en el sueño que fuera al granero en donde ahora viven las palomas que ella criaba con tanto amor, y que a pesar de todos estos años aún subsisten, alimentándose de las frutas silvestres que hay en el jardín.

En el granero hay un viejo y desgastado baúl, que un día trajo mi bisabuelo de España, dentro del baúl abuelita guardó un chal de Manila, regalo de su padre un día de su cumpleaños. Abuelita me pidió que en las tardes frías me cubriera mi cuerpo con él.
Las manos de la abuela estaban muy frías, y todo su cuerpo estaba envuelto en un aura brillante.
Desperté con el maullido del gato, me llamaba para que le diera de comer. Abrí los ojos, y comprendí que estaba muy lejos de Cuba.
En mi habitación, cuelgan en las paredes los cuadros que Asael pintó antes de irse a Miami. Son pinturas que expresan la nostalgia que sintió al llegar a esta ciudad.

Daniel, miro de noche al cielo, busco las estrellas que en mi pueblo podía tocar con las puntas de los dedos al cerrar los ojos, pero desde aquí no las veo.

LÍA
México, D. F. Invierno, 2000.

HERMANO DANIEL.

Anoche hacía tanto frío en esta ciudad, que me costó trabajo dormir. Para conciliar el sueño tomé una taza de té de jazmín, también busqué mi álbum con fotografías que traje de Cuba y las miré todas.

Abuelita estaba sentada en su sillón tejiendo una manta. Mis hermanos
pescando en el río. Mamá soplando las velas de un pastel un día de su cumpleaños.
Papá manejando su jepp. Mis primos jugando a la pelota. La prima Ana saltando la cuerda. Las niñas empezando a vivir.

También estábamos nosotros: tú con pantalones estrechos y larga melena, yo con falda muy corta. A nuestro lado, el más rebelde de los primos ¿Te acuerdas de José? Me dio mucha risa su apariencia: pelo largo y despeinado,

Detrás de las fotos nosotros escondidos , oyendo a los Beatles o leyendo el último poema de Delfín Prats.

LIA:

México DF.

HERMANO DANIEL:
Ayer fue miércoles de ceniza, visité La Catedral de la ciudad de México.
Al terminar la misa, el sacerdote que la ofició marcó una cruz de ceniza sobre la frente de los feligreses, signo de conversión al evangelio. Runa se encontraba a mi lado.
Runa camina por estas calles, que no tienen nada que ver con las que dejó en la otra ciudad.
Hoy es miércoles de ceniza, fui al templo en busca de mis santos, de mis amigos y de las calles que ya no nos pertenecen.
LÍA
México, D.F. Invierno, 2000.


HERMANO DANIEL:

Si no te he dado detalles de mi viaje a Cuba, es porque no quiero sufrir. Ahora la gente nos ve con admiración, creen que uno ha conquistado la salvación. Ignoran la procesión que llevamos dentro. Aunque parezcamos reyes magos no somos más que transmisores de sueños inalcanzables.


LIA.

México, DF, Invierno, 2000

HERMANO DANIEL:

Prometí hablarte de nuestro pueblo, tal como lo vieron mis ojos esta vez, que lo visité.
Ahora, se vive desprovisto de las antiguas tradiciones que nos enseñaron los padres y abuelos.
La vecina que vive en los bajos de mi casa, la de allá - Cuba, es una muchacha bonita que vende su cuerpo a los turistas. No es cualquier cosa, estudió danza y su madre es doctora.
Elena, se llama la chica. Ganaba un miserable salario con las clases que impartía como profesora en una escuela. Ese dinero no le alcanzaba para apenas comer, menos podía comprarse un vestido bonito, jabones, o perfumes para asearse.
Un día, la frágil bailarina entendió, que su cuerpo no sólo servía para bailar y decidió salir a la calle para mostrarlo a los turistas. Se vistió de negro, se puso tacones altos, soltó su negro cabello, pintó de rojo sus carnosos labios, maquilló sus ojos negros, irguió su cuerpo , y con su cadencioso caminar atrajo al turista que deseaba.
La bailarina está convencida, que un día la vendrán a juzgar los que se hallan al otro lado del mar, los que nunca se preocuparon si ella y su familia vivían o morían de hambre. LIA. Invierno DF. 2000

HERMANO DANIEL:

Hoy te hablaré de Julieta, nuestra hermana de crianza.
Julieta, se quedó sola en la vieja casona que a todos nos vio nacer. Con el corazón más que con los ojos, vio partir a la familia: unos se fueron a Miami. Otros a Europa. Y los otros a quién sabe a que punto de las galaxias.
Julieta aún no tiene conciencia de lo que ha pasado, porque en las paredes de su cuarto están colgando las fotografías de sus seres amados.
A su madre le dedica los jazmines que nacen en el jardín. Cada mañana saca al patio aquellos juguetes que dejaron los niños y mira, como en lontananza, el reducido espacio donde ellos jugaban.
Julieta duerme abrazada a su rosario de rosas.
Julieta cuida su casa con amor, la casa de todos, porque sueña con el
regreso de los ausentes.


LIA.

México, DF, Invierno, 2000

HERMANO DANIEL:

Hoy, te sigo hablando de mi viaje a Cuba. A nuestro pueblo, en especial.

Las mujeres se levantan temprano y lo primero que hacen es limpiar el hogar, y la acera con agua clara, algunas les echan gajitos de salvia al agua, para que se vayan las malas vibras.
El día transcurre sin nada nuevo. Las abuelitas y las madres siempre están pendientes de lo que llega al mercado, porque hay que cocinar para todos, pero en especial para los que trabajan y estudian. Muchas veces vi a mi hermana acostarse sin comer y decirles a sus hijos que ya lo había hecho.
Regresé muy deprimida hermano, no deseaba volver a México teniendo que dejar a mis seres queridos envueltos en el sufrimientos, pero aquí se encuentran Andrés y Runa. ¿Por qué no te acercas un poquito a nuestros padres y hermanos? No olvides qué también allá, la vida sigue su curso.

LIA:
Invierno, 2000

HERMANO DANIEL:

Cuando regreses algún día, no sólo encontrarás la destrucción y familias dispersas. También hallarás las calles llenas de recuerdos y el sitio donde recibiste el primer beso y la primera palabra de amor.
Te preguntarán y tú debes decirles que, acá al otro lado del mar, también se sufre.

LIA.

México, D F. Invierno, 2000.

HERMANO DANIEL.

El nuevo milenio lo esperé en la ciudad donde nacimos. Al oscurecer caminé hasta la vieja colina. Desde allí miré las calles rectas, los techos rojos y blancos. Los árboles se alzan verdes y copiosos sobre los edificios.
Asael estaba en Miami y Runa en México.
Las campanas de la iglesia tañeron por la llegada del nuevo año.

Bajé despacio la empinada escalera. El cielo estaba lleno de estrellas. Dos mil años después Cristo seguía en la cruz y tú hermano, metido en el silencio.



LIA.
México, DF, Febrero, 2001.









3 comentarios:

  1. Buenas noches a usted Gioconda - y saludos desde Plymouth Reino Unido.


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    Los mejores deseos del Reino Unido

    (Steve Clemente-Grande: Mi perro se comió Arte )

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  2. Gracias. Fue una gran sorpresa.
    Acepto su invitación.

    Gioconda

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  3. Gracias por sus hermosas palabras,me encanta coid
    municarme con usted.
    Yo amo a los animales, a la naturaleza.
    También el arte, la familia, mis amigos.

    dísculpe mi ausencia de estos días, pero razones he tenido....Gioconda desde ciudad México- soy nacida en Cuba.

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